Despiertas en medio de la madrugada, has preferido dormir nuevamente en el piso, tu espalda te está matando pero no encuentras confort en tu cama.
Te levantas del suelo y sales de tu habitación, atraviesas el pasillo a oscuras, no necesitas luz, sabes dónde se encuentra cada mueble; mamá lleva meses sin cambiarlos de lugar. Bajas las escaleras y llegas a la cocina, la única habitación iluminada a esta hora. Abres el refrigerador, buscas la jarra de agua fría, parece que papa ha olvidado llenarla. Te conformas con tomar agua del grifo.
Escuchas un ruido, proviene del estudio de papá, crees también escuchar una conversación, y decides ir a comprobar que todo esté bien. Caminas al estudio atravesando otro pasillo, conforme te acercas te das cuenta de que no es una conversación, tiene pinta de ser una canción de The Doors, te suena a Spanish Caravan; piensas entonces que papá se ha quedado dormido escuchando su disco favorito de nuevo. Sigues caminando, llegas al estudio. La luz está apagada, la enciendes y descubres que no hay nadie; el sillón de papá está vacío pero su botella favorita de whisky está sobre la mesa junto a un vaso, ha estado tomando de nuevo. Terminas de escuchar la canción y apagas tanto el reproductor como la luz. Regresas a la cocina, la luz sigue encendida, papá siempre dice que hay que tenerla así para mantener las cucarachas alejadas de los alimentos, dice que la luz las espanta.
Subes las escaleras y cuentas los escalones, a mitad de camino escuchas unos silbidos que parecen venir del jardín. Bajas las escaleras nuevamente y pasas por la cocina hasta llegar al cuarto de lavado, entonces abres la puerta que da al jardín trasero, enciendes la luz, y ahí está ella; se ve tan hermosa con sus guantes de jardinería que ni siquiera te preguntas qué hace afuera a estas horas. Ella voltea al ver la luz, te sonríe y tú le regresas la sonrisa. Se te acerca y te da un beso en la frente, sientes el amor que sólo una madre puede darte. Sin decir nada, regresa a trabajar con las plantas.
Se puede sentir la paz, una atmósfera completa de paz y tranquilidad.
Sientes un aroma fuerte a alcohol y cigarros, huele a papá. Giras el cuello y ahí esta él, ebrio y grotesco como siempre, caminando hacia ella, ocultando sus manos en la espalda. Pasa justo enfrente de ti, pero parece no verte. Se acerca a mamá, puedes ver entonces que no oculta sus manos, oculta un cable. Comprendes lo que está a punto de suceder; el cobarde la toma por la espalda, completamente indefensa. Pasa el cable alrededor de su cuello, ella intenta gritar pero no puede. Sientes su dolor, entonces corres, corres hacia tu habitación y buscas refugio en tu cama, tienes miedo.
Escuchas que alguien sube las escaleras, sabes quién es, él dice tu nombre, lo repite como si fuera un juego, un gato y un ratón… Esperas en tu cuarto, sabes perfectamente cómo terminara todo, lo has vivido antes.
Él entra a tu habitación, cuchillo en mano. Se abalanza sobre ti, sobre tu cama, te apuñala diecisiete veces, pero no te duele, ya no duele.
Sale de tu habitación llorando, baja las escaleras, y tú lo sigues; llega a su estudio, pone su disco favorito de The Doors, se sienta y sigue tomando mientras llora. Lo observas con odio, con furia; y mamá también lo hace.
Él no resiste más, se rompe, no sabe cómo terminar con esto. Busca su arma, pero no tiene el coraje para jalar el gatillo; busca entonces cinta adhesiva y una bolsa de plástico. Cubre su cara con la bolsa y usa la cinta para asegurarla. Minutos después está muerto.
Te despides de mamá y vuelves a subir las escaleras. Llegas a tu habitación, la cama está empapada en sangre, no se puede dormir a gusto en una cama humedecida por tu propia sangre. Tomas una almohada seca y te acomodas en el suelo una vez más, una noche más.
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